jueves, 18 de agosto de 2011

HERMODORO, EL PULPO PAUL Y EL PRINCIPITO (relato)


HERMODORO HABLANDO, EL PULPO PAUL ASESINADO,
Y EL PRÍNCIPITO QUE REVOLOTEA PARA COMBATIR LA TRISTEZA

“Y volvió con el zorro:
- Adiós – dijo...
- Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
- Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito a fin de recordarlo.
- Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.
- Es el tiempo que he perdido en mi rosa... – dijo el principito a fin de recordarlo.
- Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
- Soy responsable de mi rosa... - repitió el principito a fin de recordarlo.
(El Principito, Capítulo XXI, Antoine de Saint-Exupery)

I.             HERMODORO

Últimamente, cada vez que escucho una canción que me gusta, una frase que me interesa, o se me ocurre algo que no deseo perder, lo apunto, pues sé que al día siguiente todo se me olvidará. Ebrio o cansado, todo se me olvida. Hermodoro Pacheco dice que tanto mi libreta que lucha contra el olvido como los dolores crónicos en mi pierna izquierda, son los primeros síntomas de una edad que va desde los cuarenta hasta el ataúd. Estamos en un bar. Libamos. Hermodoro Pacheco es mi amigo.
“Hombres y mujeres paridos con dolor no podrán jamás construir una sociedad feliz”, me dice Hermodoro, con la pronunciación pesada que denuncia su incipiente borrachera. El milagro se ha producido. Mi buen compipa ha caído en la trampa. La frase me agrada y raudamente la anoto en mi libreta que lleva estampada a La Pelá en su portada. Hermodoro, al inicio de cada alcohólica jornada, dice demasiadas cosas interesantes que debo registrar en mi libreta. Yo le doy la dosis para que se explaye. El truco no falla. El problema viene después. El problema siempre viene después.
Y es que Hermodoro invariablemente ahonda su embriaguez y da comienzo a su segundo discurso que tiene como principal protagonista a los órganos sexuales. Esta segunda etapa, a su vez se divide en dos. En la parte A, Hermodoro es gracioso hablando de sexo porque mezcla cacha, pico, poto, choro, cochayuyo, con pesadas reflexiones acerca del tiempo, la muerte, el amor y el placer. Es una fusión de un humorista callejero con el mismísimo Jean Paul Sartre. En la parte B de esta segunda etapa toda su chispa decae. Es una larga perorata procaz y autoflagelante. Hermodoro habla de sus fracasos y se representa como el más desgraciado de los seres humanos que hayan habitado la tierra en todo lugar y en toda época. Hay llanto. Hay amenazas de suicidios (un día en que yo también estaba borracho, me harté. Le dije: “¡mátate de una vez poh, weón!”. Al día siguiente me arrepentí. Lo llamé para pedirle disculpas y me enteré por su hermano que estaba internado en la UTI con un cargamento de pastillas en la guata, que iban desde tranquilizantes hasta aspirinas y pastillas de carbón). Cada vez que llegamos a esta fase, yo cierro mi libreta y comienzo la larga y extenuante travesía de sacarlo del local y llevarlo sostenido para tomar un taxi. Él se niega a salir. Insiste en ingresar a otro barucho. No entramos. Si logro subirlo a un taxi, él a menudo se baja a mitad de camino, exponiéndose a todos los malandrines que hay en esta ciudad infecta. De hecho muchas veces ha sido víctima de robos y golpizas. Todo esto es un proceso embarazoso y desagradable que dura mínimo un par de horas. Sin embargo, cuando en el viaje hacia mi casa reviso la libreta que tiene a La Pelá en la portada y encuentro las reflexiones de Hermodoro garabateadas y rescatadas del olvido, siento que todo valió la pena.

II.           EL PULPO PAUL ASESINADO (UN RELATO DE HERMODORO)

Hermodoro Pacheco me relató una historia que quería escribir. Se trata de un pulpo que lograba adivinar el futuro. El cefalópodo se aprestaba a realizar su predicción más trascendente. Ya había augurado resultados futbolísticos, catástrofes naturales, la cura del sida y el encarcelamiento de un famoso animador por fraude a una obra benéfica. Hermodoro le llama Paul al pulpo, en honor al también célebre bajista de Los Beatles.
El día del evento, del anuncio,  se instala una enorme caja de cristal con agua. Hay una especie de escenario marino. Hay un podio. Hay expectación mundial. El octópodo aparece y se instala frente a un micrófono acuático, diseñado especialmente para él. Frente al molusco, tras el vidrio, están apostados un ramillete de periodistas de todas las lenguas, razas y culturas. El Pulpo golpeó el micrófono y dijo: “aló, aló, ¿me escuchan?”. Yes, sí, oui, ya, da, nici, shi, le contestaron en los más diversos idiomas. Paul dice: “bien, tengo un anuncio tremendamente importante que comunicarles. Lamento decirles que son muy malas noticias. En cinco años más, China…” Velozmente un periodista cantonés presente se comunica vía celular con un miembro permanente del buró político nipón. Éste a su vez llama a un miembro del Comité Central. El miembro del Comité Central se comunica con el Secretario General. El mensaje que se transmiten es uno solo: “El pulpo dijo China”. Toda esta comunicación demora tres segundos. El Secretario General le dice al miembro del Comité Central: “que actúe”. El miembro del Comité Central le dice al Miembro Permanente del Buró Político “que actúe”. El Miembro Permanente del Buró Político le dice al periodista cantonés presente en la conferencia: “actúa”. Toda esta comunicación demora dos segundos y medio. El periodista cantonés extrae una sofisticada máquina que asemeja a un combo y la deja caer pesadamente contra el vidrio. El vidrio se rompe. El agua cae sobre los periodistas. El pulpo queda en el piso como si se tratara de un trapero viejo. El nipón, empapado, extrae ahora una más sofisticada herramienta que asemeja a un machete. Con todas sus fuerzas lanza tres golpes hacia cada uno de los corazones del adivinador subacuático. Sin embargo su tercer golpe se frustra ante la rápida reacción de un camarógrafo mauritano que parece chimpancé. Ante la valiente reacción, reducen al chino una serie de manos y puntapiés de todos los colores de la tierra, en un espontáneo gesto de unificación de la violencia mundial en favor de la vida animal y las artes presagiadoras. Una periodista eslovena recoge al molusco sin importarle la sangre, la tinta de autodefensa y las vísceras que se desprenden de su cuerpo degollado. Sumerge al desfallecido entre sus redondos pechos blancos y los fotógrafos no saben si apuntar con sus flashes a Paul o a las rosadas tetas. Un periodista gay australiano exclama: “El Pulpo va a morir, que entregue pronto el mensaje”. ¡Yes, sí, oui, ya, da, nici, shi, que entregue el mensaje!, dicen todos. El pulpo va a hablar. La televisión transmite en directo. Paul exclama: “chino culiao, me cagaste”, y muere.

III.         Y EL PRINCIPITO REVOLOTEANDO

“Es tan misterioso el país de las lágrimas”, dice el Hombre cuando ve llorar al Principito, en el célebre relato de Antoine de Saint-Exupery. El Hombre no sabe cómo consolarlo: le indica al Principito que su flor no corre peligro, le promete que dibujará un bozal para que el cordero no coma la flor o una armadura para que la flor se encuentre a resguardo. Yo repito esa frase ("es misterioso el país de las lagrimas"), cada vez que veo llorar a Hermodoro Pacheco en un bar en donde se supone estamos celebrando la alegría, la amistad, el cariño y la admiración.
La tristeza es una pérdida de tiempo, decía Facundo Cabral. La tristeza es una oportunidad, dice don Lucho Castro.  A mí no me gusta la tristeza, pero al parecer resulta difícil evitarla. Habitamos en ella; salimos de ella; entramos para salir; volvemos a ella.
Y está por supuesto el angustiante tema de la memoria. Yo anotaba en mi libreta, y sin embargo un ladronzuelo se la llevó. Lo más seguro es que la botó enrabiado. De qué le sirven títulos de canciones, frases sueltas (como “el muerto dice: no entiendo esta putrefacción”), direcciones de páginas web, planificaciones de ensayos. El ladronzuelo buscaba algo para vender y halló en su triste botín, además de la libreta, una corbata adquirida en la calle, un celular que parecía sacado de una película de Chaplin (“El Circo”) y un lápiz bic. Yo olvidaré casi todo lo que allí apunté. Perdí dibujos de cuando Christian tenía tres años (la libreta era antigua. La rescaté desde una caja oculta en un armario). Y claro, la pérdida de esa memoria sujeta, provoca tristeza o algo muy parecido.
La tristeza y la superación de la tristeza, quizá sea ése un hermoso péndulo de la vida.
Ante esta tristeza, revolotea el Principito diciendo: “Cuando te hayas consolado (siempre acaba uno consolándose) estarás contento de haberme conocido. Seguirás siendo mi amigo y tendrás ganas de reír conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo por placer y tus amigos quedarán asombrados de verte reír mirando al cielo. Tú les explicarás: ‘Las estrellas me hacen reír siempre’. Y te creerán loco.” Lo dice casi en su despedida. Luego recibió un relámpago amarillo, cayó suavemente y desapareció rumbo a su planeta. En resumen, la tristeza, la memoria, la amistad. La tristeza.

1 comentario:

  1. También sufro la pierna izquierda. Olvido, sobre todo olvido.

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