miércoles, 16 de noviembre de 2016

APRENDER A JUBILAR



        

          Ayer se informaba de una lamentable noticia: un hombre de 85 años, aficionado durante toda su vida al deporte aventura, moría tras un violento y errático descenso en su parapente, en los cerros de San Carlos de Apoquindo. La familia, obviamente entristecida, se mostraba sin embargo algo consolada debido a que este señor de la tercera edad había fallecido practicando un deporte que era su pasión y su felicidad. “Nunca se jubiló de deportista”, decían ellos, en una sonrisa lacrimosa, que contenía tanta amargura, como alegría.
         Ocurre algo parecido con algunos músicos longevos. Basta mencionar –por ejemplo- a Paul McCartney (74), Bob Dylan (75), o Patricio Manns (79), que pese a sus carreteados años siguen cantando, con mejor o peor panorama, pero con el mismo entusiasmo de cuando frisaban las dos décadas. También en el cine (Alejandro Jodorowsky, con sus 87 bien llevados, ha realizado dos películas en los últimos 3 años, sin dejar a un lado la actividad literaria y mística), o en la poesía (dicen que Parra, el centenario poeta, sigue escribiendo y traduciendo en Las Cruces). Parafraseando a los familiares del anciano deportista, podríamos decir que ellos “nunca se han jubilado de artistas”.
         Pero hay actividades y actividades. En el Chile de hoy vemos con pavor cómo algunos no han sabido que, contrario a las nobles ocupaciones deportivas y culturales reseñadas anteriormente, hay algo de lo que sí hay que saber jubilarse a tiempo, y eso es la política.
         En efecto, como si fueran vampiros, presenciamos el despertar de expresidentes saliendo de sus sarcófagos invadidos por termitas. Lucen apolillados fracs y el bótox tirante como muestra de que los pecados cometidos han huído de sus memorias. Realizan patéticas piruetas para tratar de decirnos que ellos no están naftalizados en discursos añosos y que hasta saben prender un computador. Que ahora sí entendieron que la educación debe ser gratuita para todos, aunque eso también puede no ser tan así, aunque podría ser de otro modo, aunque dejemos todo igual. El asunto es que no les gusta esto de la voz de la calle, pero ni lo insinúan cuando se ven rodeados de micrófonos. Preferirían que todo fuera como en los viejos tiempos: los asuntos de transporte, salud y represión, se resuelve en el Palacio y no en las anchas y pútridas alamedas.
         “¿Qué es esto de matrimonios igualitarios, derecho a abortar y legalización del consumo de marihuana?”, preguntan consternados los expresidentes a sus lacayos, y ante el silencio mueven sus cabezotas de gorilas para acomodarse a esta época en la que pisan, radicalmente distinta a esos tiempos de oropel en los que eran tan omnipresentes como dioses mitológicos. Piensan: los rotos deben limitarse a votar, no a abrir la boca. Piensan: la historia se nos derrite en nuestras propias manos, y debemos actuar con la rapidez de una oruga. Piensan: pero no me quieren, parece.
         Pero nada de esto amilana sus entusiasmos. Los expresidentes quieren dejar de ser expresidentes y dicen: yo puedo salvar todo, antes que todo se nos vaya al carajo. Ojo que cuando usan el plural no se están dirigiendo al chileno apretujado en el metro ni al que hace la cola para sacar un número en el consultorio. No: se dirigen a otros emponzoñados empresarios, senadores, cardenales y generales. Es decir, a toda esa pequeña tropa que se ha llevado el dinero para la casa, y el cobre, y el pan, y los choclos y las vacas, y la tierra y el mar. Es decir, ese minúsculo mierdal dueño del PIB, mientras los otros millones se endeudan con sus tarjetas sin fondo, y se enferman de males de los que no podrán financiar su cura. Esos que estudian carreras que les servirán para manejar un carro Uber.
         Vaya a saber uno quién despertó a estos expresidentes y no les clavó derechamente la estaca. Quién les dijo que terminaran con su ensoñación heroica para venir a salvarnos de las chusmas pokemonas. Y es válida la pregunta porque al parecer nadie quiere que suban a este parapente patrio que en gran parte gracias a ellos cae en picada; ni nadie gozará verlos con sus guitarras electrificadas en un escenario en donde ya se presentaron, y sus performances fueron siempre para otros, para los pocos, y nunca para los que le cargan la luquita a la bip. Que se jubilen de una vez.

martes, 1 de marzo de 2016

DE PASO



Juntaron las chauchas

para pagar el motel

más piñufla del centro



Estaban tan borrachos

que no pudieron desnudarse



Frente a frente

en una guerra de ronquidos

se ofrendaron el tufo alcohólico

hasta que un citófono chillón

les gritó que debían marcharse



El sol de febrero

los violentó a la salida



El paradero fue el marco del adiós

Nunca supieron sus respectivos nombres

ni por qué se habían amado tanto

y tan brevemente