Ayer
se informaba de una lamentable noticia: un hombre de 85 años, aficionado
durante toda su vida al deporte aventura, moría tras un violento y errático
descenso en su parapente, en los cerros de San Carlos de Apoquindo. La familia,
obviamente entristecida, se mostraba sin embargo algo consolada debido a que
este señor de la tercera edad había fallecido practicando un deporte que era su
pasión y su felicidad. “Nunca se jubiló de deportista”, decían ellos, en una
sonrisa lacrimosa, que contenía tanta amargura, como alegría.
Ocurre algo parecido con algunos
músicos longevos. Basta mencionar –por ejemplo- a Paul McCartney (74), Bob
Dylan (75), o Patricio Manns (79), que pese a sus carreteados años siguen
cantando, con mejor o peor panorama, pero con el mismo entusiasmo de cuando
frisaban las dos décadas. También en el cine (Alejandro Jodorowsky, con sus 87
bien llevados, ha realizado dos películas en los últimos 3 años, sin dejar a un
lado la actividad literaria y mística), o en la poesía (dicen que Parra, el centenario
poeta, sigue escribiendo y traduciendo en Las Cruces). Parafraseando a los
familiares del anciano deportista, podríamos decir que ellos “nunca se han
jubilado de artistas”.
Pero hay actividades y actividades. En
el Chile de hoy vemos con pavor cómo algunos no han sabido que, contrario a las
nobles ocupaciones deportivas y culturales reseñadas anteriormente, hay algo de
lo que sí hay que saber jubilarse a tiempo, y eso es la política.
En efecto, como si fueran vampiros,
presenciamos el despertar de expresidentes saliendo de sus sarcófagos invadidos
por termitas. Lucen apolillados fracs y el bótox tirante como muestra de que
los pecados cometidos han huído de sus memorias. Realizan patéticas piruetas
para tratar de decirnos que ellos no están naftalizados en discursos añosos y
que hasta saben prender un computador. Que ahora sí entendieron que la
educación debe ser gratuita para todos, aunque eso también puede no ser tan
así, aunque podría ser de otro modo, aunque dejemos todo igual. El asunto es
que no les gusta esto de la voz de la calle, pero ni lo insinúan cuando se ven
rodeados de micrófonos. Preferirían que todo fuera como en los viejos tiempos:
los asuntos de transporte, salud y represión, se resuelve en el Palacio y no en
las anchas y pútridas alamedas.
“¿Qué es esto de matrimonios
igualitarios, derecho a abortar y legalización del consumo de marihuana?”,
preguntan consternados los expresidentes a sus lacayos, y ante el silencio mueven
sus cabezotas de gorilas para acomodarse a esta época en la que pisan, radicalmente
distinta a esos tiempos de oropel en los que eran tan omnipresentes como dioses
mitológicos. Piensan: los rotos deben limitarse a votar, no a abrir la boca.
Piensan: la historia se nos derrite en nuestras propias manos, y debemos actuar
con la rapidez de una oruga. Piensan: pero no me quieren, parece.
Pero nada de esto amilana sus
entusiasmos. Los expresidentes quieren dejar de ser expresidentes y dicen: yo
puedo salvar todo, antes que todo se nos vaya al carajo. Ojo que cuando usan el
plural no se están dirigiendo al chileno apretujado en el metro ni al que hace
la cola para sacar un número en el consultorio. No: se dirigen a otros
emponzoñados empresarios, senadores, cardenales y generales. Es decir, a toda
esa pequeña tropa que se ha llevado el dinero para la casa, y el cobre, y el
pan, y los choclos y las vacas, y la tierra y el mar. Es decir, ese minúsculo
mierdal dueño del PIB, mientras los otros millones se endeudan con sus tarjetas
sin fondo, y se enferman de males de los que no podrán financiar su cura. Esos
que estudian carreras que les servirán para manejar un carro Uber.
Vaya a saber uno quién despertó a estos
expresidentes y no les clavó derechamente la estaca. Quién les dijo que
terminaran con su ensoñación heroica para venir a salvarnos de las chusmas
pokemonas. Y es válida la pregunta porque al parecer nadie quiere que suban a
este parapente patrio que en gran parte gracias a ellos cae en picada; ni nadie
gozará verlos con sus guitarras electrificadas en un escenario en donde ya se
presentaron, y sus performances fueron siempre para otros, para los pocos, y
nunca para los que le cargan la luquita a la bip. Que se jubilen de una vez.